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Saber educar nuestras reacciones |
26 de Septiembre, 2010
·
Martínez Colín, José Pbro. |
1) Para saber
En el actuar humano, ante ciertos estímulos
negativos, se dan ciertas reacciones inmediatas, casi automáticas.
Son reacciones primeras.
Por ejemplo, cuando ante un dolor o golpe, la
persona grita o dice una mala palabra.
Aunque muchas veces no comportan maldad moral
grave al no ser plenamente voluntarias, es posible ir educando esas reacciones
y llegar a tener un dominio sobre ellas.
Dos historias ejemplifican las consecuencias
que pueden tener nuestros actos.
2) Para pensar
Primera historia:
Una vez, un motorista llevó a un niño a la
sala de emergencia de un hospital privado, muy costoso, tras haber sido
atropellado.
Cuando al motorista se le pidió que efectuara
el depósito necesario para atender al niño, informó que no contaba con dinero
para la garantía.
No conocía al niño y no sabía si sus padres
podrían pagar.
Ante la imposibilidad de ingresar al niño, la
enfermera fue a consultar a uno de los doctores que estaba de guardia.
El doctor, que había tenido un día cansador y
muy difícil, estaba a punto de irse.
Oyó a la enfermera y su primera reacción fue
negarse a atenderlo.
Dejándose llevar por el malestar, le dijo
enojado a la enfermera que él no podía pagar ni responsabilizarse de cualquiera
que viniera, y que le dijera al motorista que se lo llevara a otro hospital.
El motorista recibió con dolor la noticia, y
sucedió que mientras buscaba otro hospital, el niño murió.
Luego, buscando en las pertenencias del niño,
encontró un teléfono y decidió hablar para dar la triste noticia.
Cuando el médico en turno regresó un rato
después a su casa recibió una llamada.
Era el motorista.
Hablaba para informarle la muerte de su hijo.
Segunda historia:
Cuando Antonio, un padre de familia, regresaba
del trabajo, se encontró con un embotellamiento de tránsito infernal y notó que
un señor conducía alocadamente cortándoles el paso a todos al tratar de abrirse
paso entre los vehículos.
Cuando se aproximó al carro de Antonio, se le
atravesó de una manera tan brusca que por poco ocurre un accidente.
En ese momento, la primera reacción de Antonio
fue de insultarlo e, incluso, de impedirle el paso.
Pero recapacitó y pensó: “¡Pobre hombre! Está
tan nervioso y apurado... ¡Sabrá Dios si tiene un problema serio y necesita
llegar cuanto antes a su destino!”.
Detuvo su auto y lo dejó pasar.
Al llegar a casa, Antonio recibió la noticia
de que su hijo de tres años había sufrido un grave accidente y había sido
llevado al hospital por su esposa.
Inmediatamente fue al hospital; al llegar, su
esposa corrió y lo tranquilizó diciéndole: “Gracias a Dios todo está bien. El
médico llegó justo a tiempo para salvar la vida de nuestro hijo; ya está fuera
de peligro”.
Aliviado, Antonio pidió hablar con el médico
para agradecerle.
Cuál no sería su sorpresa cuando vio que el
médico era ese señor nervioso y apurado a quien le había cedido el paso casi
una hora antes, y que manejaba así para alcanzar a llegar a curar a su hijo.
3) Para vivir
La comprensión es el mejor antídoto para
evitar juzgar mal a las personas.
Hay que tener en cuenta que no conocemos las
intenciones de los demás, y será siempre mejor pensar que tendrán un buen motivo
que les lleva a actuar de tal manera.
Pbro. José Martínez Colín |
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publicado por
hacheaefe a las 21:05 · Sin comentarios
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Héctor Alberto Faga
Escritor, poeta, novelista
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