Comenzó
como una moda literaria y ahora se trasladó al mundo de los negocios.
No son trabajadoras
como todos creen.
El secreto de su
capacidad de producción es la concentración de mucha mano de obra en poco
tiempo de trabajo.
Han resuelto los
problemas de abastecimiento más difíciles adaptándose a rigores naturales que
jamás nadie podría soportar.
Tiene criterio
solidario y cuando resuelven en conjunto siempre eligen la mejor solución.
Utilizan un sistema
de comunicaciones perfecto.
Con dos toques de
antena transmiten información completa que en una empresa requeriría decenas de
planillas.
No contaminan ni
enferman.
Actúan como
unidades independientes de producción, criterio que las empresas de avanzada
recién están descubriendo.
Existen en la
Tierra antes que el hombre y la batalla para destruirlas está perdida de
antemano.
Ellas dominan la
superficie y los hombres las alturas, dicen los estudiosos.
Pueden hacer la
guerra sin ser militares.
Tire
por la ventana los manuales para ejecutivos modernos.
Queme
ya los libros que hasta hoy eran la biblia para los negocios.
Abomine
de los conceptos clásicos y comience una nueva etapa en su criterio de conducción
empresarial.
Estudie
la vida de las hormigas, cópielas y será exitoso.
Es
la moda en las empresas del primer mundo.
Por
eso las ediciones de siete libros que han salido sobre la vida secreta de las
hormigas se venden como pan caliente – la moda en Francia, siguió en Estados
Unidos, estalló en España y avanza sobre Italia – y varios libros más están en
proceso de impresión.
El
presidente de una consultora empresaria de Nueva York explicó el motivo de esta
tormenta intelectual: “Nos hemos pasado casi todo este siglo estudiando la vida
de los extraterrestres, hemos estado ocupados en fantasías. Sabemos todo sobre
seres verdes que jamás vimos y quizás jamás veremos. Pero no sabemos nada sobre
los seres intraterrestres. Las hormigas son los verdaderos dueños de la Tierra.
si entendiéramos aunque sea mínimamente sus códigos, seríamos absolutamente
invencibles”:
El
hombre que comenzó esta apasionante historia es un periodista francés, Bernard
Werber, que trabajaba para la reviste “Le Nouvel Observateur”.
Un
día propuso en un artículo estudiar la vida de las hormigas y sustentó con
algunas hipótesis la intención de su trabajo.
Le
premiaron la idea y le financiaron un viaja a Costa de Marfil para que estudie
de cerca la marabunta.
El
resultado no fue un ensayo científico sino una novela que con muy poca
originalidad se llamó “Las hormigas”.
No
fue poco lo que encontró en su investigación y lo que pudo contar a partir de
esta propuesta.
“Están
en todas partes, en el desierto y en el Polo, se adaptan a todos los climas y a
todas las situaciones. Son realmente superiores a nosotros. Nosotros, los
humanos, no podemos vivir en muchos sitios; ellas sí. la flexibilidad que
tienen para esa adaptación es emblemática para las acciones humanas”.
Algunos
dicen que el paralelismo lo propuso Jean Servan Shriver, deuño de “L’ expansión”,
una publicación líder en materia económica que se edita en París.
Él,
por lo menos, no lo negó.
Pero
cuando la obra cruzó el océano, el fenómeno se multiplicó.
Sin
saber nada de lo que estaba pasando en el mundo de los negocios, tres
científicos, Rys, Weher, de la Universidad de Zurich, y A, Marsh, de la
Universidad de Namibia en Windhock, publicaron un estudio sobre el
comportamiento de las hormigas en el desierto.
Según
la teoría de estos científicos, las hormigas tienen una resistencia
impresionante a las altas temperaturas.
Esta
capacidad de adaptación les permite sortear la amenaza de su principal enemigo,
una especie de lagarto que vive en el desierto y que sólo se alimenta de
hormigas cuando salen a buscar alimento.
Esta
revelación fue música para los oídos que estaban embelesado con “Las hormigas”,
de Werber.
¿Qué
habían descubierto?
Que
las hormigas desarrollaron una tecnología especial para solucionar un problema
de abastecimiento.
Lloyd
Ridle, consultor de la Chrysler en materia de movimiento de materiales, explica
el motivo de su entusiasmo: “Nosotros tardamos años en resolver problemas de
abastecimiento cuando tenemos plantas en distintos puntos de los Estados Unidos
y algunas hasta en el sudeste asiático. Hay diferencias de climas, de horarios,
de gente. Cuando leí el informe sobre las hormigas en el desierto fue como una
revelación. Ellas salen de su escondite durante un breve período, no más de 15
minutos, pero lo hacen justo en el momento de mayor calor. Las hormigas fuerzan
su resistencia hasta el límite y cuando tienen controlada su energía, pasean
delante de los lagartos, que las miran como si fueran seres inalcanzables,
porque ellos están desesperados por el calor. Si el lagarto sale, muere. Salen
todas juntas y en tres minutos hacen la tarea de todo el día. Las hormigas
pueden resistir hasta 54 grados de temperatura. Nadie en la tierra puede tener
tal resistencia térmica. Hasta su escaso tamaño juega en su contra porque su
pequeña superficie se caliente más rápido que el lagarto enemigo. Sin embargo,
ellas solucionan todo con la cantidad y la velocidad…”.
No
es esto todo lo que saben las hormigas.
Las
revelaciones de Werber seducen a los empresarios del mundo.
Dice
Werber que mucho antes de que el hombre existiera sobre la Tierra las hormigas
ya eran una civilización.
“Cosen,
luchan, fabrican cosas, son solidarias y se comunican con un lenguaje más ágil
que el de los humanos. Su sistema de olores es una forma de comunicación más
rápida y sutil que el de la voz humana. Cada antena tiene once segmentos y cada
uno emite un olor que equivale a una tonalidad. Se comportan como once bocas y
once oídos a la vez. ¿Qué hacen dos hormigas cuando se encuentran? Tocan dos
veces sus antenas (tac-tac) y en este breve gesto se han dicho dónde hay
alimento, a qué distancia, en qué cantidad y cuántas obreras hacen falta para
el traslado…”.
Para
los ejecutivos y empresarios estos datos requieren planillas y memos para ser
transmitidos eficientemente.
“Encontrar
un sistema que en tiempo real y con sólo un tono pueda transmitirse
información, sería colosal para cualquier empresa”, dice Ridle.
Werber
tuvo enseguida imitadores.
Entre
sus seguidores más conspicuos hay un escritor científico norteamericano, James
Portisch, que tradujo a lenguaje empresario la sabiduría de las hormigas-
“Más
que un modelo a imitar, el mensaje que transmiten las hormigas está directamente
vinculado a la incapacidad que tenemos de vencer las limitaciones que produce
la ineficiencia. Las grandes empresas libran todos los días una batalla contras
los tontos. Entre las hormigas no hay tontos…”, dice Portisch.
Según
Werber parece que fue el Rey Salomó quien dijo “sigue a la hormiga y te
enseñará el camino de la sabiduría”.
Por
eso recomienda no insistir en combatirlas.
“Es
una batalla que ya perdimos”, dice Werber, que entiende que jamás se conseguirá
eliminarlas.
“Aquí
hay un mensaje que los empresarios podrían aprender. Las hormigas no
contaminan, cosa que muchas fábricas lo hacen. Pero la contaminación no es
global, es el hombre el que contamina con sus acciones. Las hormigas no son
como las moscas y los mosquitos que transmiten enfermedades. Las hormigas no
ensucian en una casa. Sólo se comen los restos que tiramos los humanos. Y hasta
se encargan de eliminar algunos insectos que dañarían plantas y cultivos”.
“Muchos
me dicen que no son tan inofensivas cuando se comen nuestra comida y yo les
digo que lo que hay en la naturaleza es de todos. Ellas estaban en la Tierra
antes que nosotros y tienen sus derechos”.
Algunos
empresarios consideran que las regulaciones y las restricciones son a los
negocios lo que los insecticidas a las hormigas.
“El
más eficaz de los insecticidas puede destruir algunas hormigas, pero las que
sobreviven se multiplicarán definitivamente inmunizadas contra cualquier
producto. Las hormigas han resistido Hiroshima y las últimas armas nucleares.
Tal vez porque advierten inmediatamente el peligro y se esconden bajo la
tierra, o porque tienen el esqueleto exterior que las protege contra las
radiaciones”.
¿No
tienen enemigos?, se preguntarán algunos.
Uno
de ellos es el olor a la albahaca, que no toleran.
Tienen
además otros defectos: son miopes, sólo alcanzan a ver un centímetro de un ser
humano que es gigantesco para ellas.
Y
al igual que los humanos, son capaces de autodestruirse en una guerra entre ellas
mismas.
Como
los hombres, son los únicos animales de la creación capaces de hacer la guerra
y matarse para invadir un territorio ajeno.
Werber
dice que “somos muy similares. Nosotros somos la fuerzo de lo alto, ellas de lo
bajo, y hay una carrera establecida entre ambos”.
Antes
de que los humanos entendieran los modernos sistemas de creación de riqueza,
las hormigas descubrieron que el secreto no es sólo el trabajo.
Confían
más en la diversidad, utilizan su inteligencia hasta la maldad.
Hay
60.000 especies diferentes de hormigas.
No
son totalitarias, la reina y las obreras están programadas para cumplir su
función, cada una hace lo que quiere dentro de su casta.
Los
analistas de negocios interpretan de esta manera el criterio social de las
hormigas: “Han descubierto naturalmente las ventajas de las unidades
independientes de producción”.
Según
Werber las hormigas confían más en su inteligencia que en su poder de trabajo.
“Cuando
tienen un problema prueban todas las soluciones y siempre eligen la mejor. Es
el hormiguero el que piensa y se comportan de un modo global como si cada
hormiga constituyera una célula cerebral”.
Pero
tanta racionalidad no les impide a las hormigas, según Werber, haberle enseñado
a los humanos el beso en la boca, concepto que todos los entomólogos apoyan.
“Basadas
en el afecto y el sentido solidario”, escribe Werber, “las hormigas han
desarrollado una organización perfectamente estructurada que sostiene sus
guerras sin ser militares y que avanza técnicamente, cada vez de forma más
sofisticada”.
¿Por
qué la vida de las hormigas se ha convertido en el nuevo Tao de los
empresarios?
Jerry
Daniels, uno de los principales consultores de Lee Iaccoca en sus épocas de
triunfo explica sus razones: “Después de haber dado tantas vueltas en el vacío,
hemos llegado a la conclusión de que siempre la solución pasa por el hombre,
por el concepto de que por encima de todo está la capacidad del individuo para
sobreponerse. El nuevo orden económico nos ha demostrado que lo importante no
es dominar el tiempo, controlar las agendas, leer los manuales. Lo
verdaderamente trascendente es rescatar lo mejor de nosotros mismos y de
nuestra gente y transformarlo en energía vital para lograr la felicidad
personal y del conjunto. Cuando descubrimos la verdadera vida de las hormigas
advertimos que al reparto de los talentos hemos llegado tarde. Ojalá podamos
recuperar el tiempo perdido”.
Los
empresarios ya lo saben.
El
éxito depende de cuánto usted pueda saber sobre la vida de las hormigas.
Si
esto da resultado, su verdadero enemigo no será la competencia ni los altos
costos, sino el DDT.
Epílogo “Hormigas
S.A.”
- Creen
más en la organización que en el trabajo individual
- Su
sistema de comunicación por las antenas segmentadas y por el olor es perfecto
- Con
sólo tocarse las antenas en un tac-tac se transmiten en décimas de segundos
información precisa: dónde hay comida, cuánta comida hay, cuántas obreras se
necesitan para trasladarla
- Se
sobreponen a los insecticidas y salen inmunes
- Han
sobrevivido a Hiroshima y las experiencias nucleares posteriores
- Están
en la Tierra mucho antes que la especie humana
- Resuelven
problemas de abastecimiento en medios hostiles sólo regulando su temperatura
corporal y aplicando reglas inteligentes y deductivas
- Ante
cualquier problema ensayan todas las soluciones y siempre eligen la mejor
- No
contaminan ni transmiten enfermedades
- Pese
a ser miopes – sólo ven un centímetro del ser humano – logran objetivos
preciosos aplicando el sistema de muchas hormigas en la menor cantidad de
tiempo posible, como si fuera un ataque masivo
- Tienen
gran sentido solidario y la decisión del hormiguero es la que vale. Cada
hormiga es como una célula del cerebro
- Como
los humanos, pueden llegar a autodestruirse en una guerra, aunque no tienen
criterio militar.
- Tienen
un punto débil: no les gusta el olor a la albahaca.